Una día antes de la instalación del constituyente, José Ma. Morelos visitó a Quintana en su aposento y le dijo:
"Siéntese usted y óigame, señor licenciado, porque de hablar tengo mañana y temo decir un despropósito...: pónga cuidado, déjeme decirle y cuando acabe me corrige...:
Soy Siervo de la Nación porque ésta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías, quiero que tenga un gobierno dimanado del pueblo, y sostenido por el pueblo, que rompa todos los lazos que le sujetan y acepte y considere a España como hermana y nunca más como dominadora de América. Quiero que hagamos la declaración que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad; que todos somos iguales, pues del mismo origen procedemos, que no haya privilegios ni abolengos; que no es racional ni humano ni debido que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia al del corazón ni el del pensamiento que se eduque a los hijos del labrador y del barretero como a los del rico hacendado; que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario; que se declare que lo nuestro ya es nuestro y para nuestros hijos; que tengan una fe, una causa y una bandera bajo la cual todos juremos morir, antes que verla oprimida, como lo está ahora, y que cuando ya sea libre, estemos dispuestos a defenderla.
-Ahora ¿qué dice usted? concluyó Morelos.
-Digo señor -repuso Quintana- que no me haga caso ni quite una sola palabra de lo que ha dicho, que es admirable..."
*Luis González, El Congreso de Anáhuac.
Saludos
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otro mundo es posible
(y necesario)
Aportación enviada por el compañero José Manuel Rodríguez Ramírez, integrante del Comité Territorial Romero de Terreros
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