Rol del escritor: ser un provocador
Gabriel Castillo-Herrera.*En este mismo portal —en el comentario con el que obsequió a mi obra Bicentenario: Obsesivos Siglos Circulares— se lee: “Un filósofo muerto hace más de 25 siglos estableció que el rol del pensador era convertirse en el tábano de sus contemporáneos; zumbar a su alrededor, picarlos, obligarlos a permanecer alertas. Es esa probablemente la pretensión del autor, sólo que no está dirigida a las capas dirigentes, Bicentenario: obsesivos siglos circulares parece escrito con especial dedicación a las generaciones emergentes, a los jóvenes”.
Y así es.
Todo ser humano tiene, como miembro de una sociedad, una serie de responsabilidades; algunas pertenecen al terreno de lo individual, otras hacia el pequeño entorno inmediato y otras más de carácter social, puesto que —a decir de Aristóteles— el Hombre es un animal social.
De tal suerte, mi convicción es que todo ente que cuente con una pluma en la mano y con un medio donde pueda hacer objetivo lo que parte de la subjetividad debe —¿y tiene?— que aspirar a que su tarea —como la del pensador— consista en ser un provocador de inquietudes, de interrogantes y de cuestionamientos acerca de las realidades materiales circundantes, de las formas ideológicas y, en suma, de lo concreto.
Continúo con la reflexión de Lagos Nilsson. ¿Por qué dirigirse a los jóvenes? Porque en esa etapa de la vida —particularmente, en la adolescencia— se adquieren ciertos parámetros conductuales que definen cómo vamos a apropiarnos desde la subjetividad del mundo tangible, de la objetividad, y —finalmente— adquirimos la forma de aprehender lo concreto, formas intelectuales, ideológicas —sean conocimientos o creencias— que van a perdurar hasta que llegue el día en que abandonemos el mundo de los vivos.
El joven, por lo general, tiende a poner en duda todo el mundo conceptual que proviene de boca de los mayores porque suponen —y, por lo general y en lo cotidiano, suponen bien (hasta que, como en la presunción de un delito, se demuestre lo contrario)— que no corresponde a su época; el mundo adulto, el de los “rucos”, como se dice en México, es anticuado, conservador y hasta retrógrada.
El denostado blande la espada de “la experiencia que dan los años”; pero… ¿qué puede la “experiencia” contra un universo en constante movimiento, en renovación constante? Como se afirma por ahí: “…cuando ya me sabía todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas”. Tal que, el “ruco” que no busca —empujado por instancias ideológicas o materiales— estar acorde con la época —y aquí ya me refiero a la forma de concepción y abstracción de las realidades sociales y políticas— se convierte en el mejor aliado de regímenes establecidos, del inmovilismo y de la reacción.
Y el que, por lo contrario, se monta en el presente, se convierte en una suerte de apóstata. Un “ruco” joven.
Sobre "rucos" y "rucos"
Ahora: hay que ver que, así como existen “rucos” jóvenes, también hay su contraparte: jóvenes “rucos”. Veamos.
En el apartado redactado de forma más informal y más sardónica (quizá, hasta pedestre) del texto de mi autoría al que Lagos Nilsson se refiere, sugiero que en las más altas esferas de inteligencia (lo cual es un eufemismo) y del diseño de modelos de mercado y consumo en los Estados Unidos —en los albores de la globalidad y cuando el mundo socialista comienza a resquebrajarse—, a fin de combatir por dos vías eso de lo cual hemos estado escribiendo —la rebeldía juvenil— se establece un nuevo paradigma para las nuevas generaciones: “Don’t worry: be happy”.
[New Bible: No te preocupes: sé feliz. ¿El mundo se debate entre la inconformidad, el hambre, el caos y la destrucción? ¡No te preocupes! ¡Diviértete!, que así te sujetamos a dos manos; verás: con la derecha te inducimos a convertirte en un “ruco” joven y con la izquierda (¿u otra derecha?) a convertirte en un consumidor obsesivo; así, el sistema no peligra, se afirma, se alimenta.
La fase en la cual se encuentra el capitalismo —la mundialización— se encargaría de hacer lo propio con los jóvenes allende las fronteras gringas. “Paz y mercado” como prerrogativas del “American Century” (nuevo sueño de los militarotes, la industria de armamentos, los banqueros, los financieros y los petroleros que se burlan de las buenas intenciones —si es que algún día las tuvo— de Obama).
¡Diviértete!, que los rucos (old men) nos encargamos de allanarte el camino hacia lo cretino y la sana ruquez prematura liquidando a terroristas (que lo son quienes no piensen —¿sic?— como nosotros) y arruinando economías de bloques económicos competidores mediante especulaciones en las bolsas de valores mundiales. ¡Muera el Euro!]
Es contra ello por lo que el papel de quien empuña una pluma (o teclea en una computadora, como es el caso en estos tiempos) desde una postura crítica (los pensadores no se dan en maceta, a desdoro de quienes se llaman a sí “intelectuales”), sería el asumirse como agitador, (y, apenas, a esa categoría aspiraría quien esto escribe), como provocador, como aguijoneador de conciencias; sobre todo, conciencias jóvenes, por lo apenas esbozado en los párrafos precedentes.
* Escritor.
El comentario a que hace referencia el autor se puede leer aquí.
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