¿Quién es un peligro para México?
Gabriel Castillo-Herrera.*
En reciente entrevista, el presidente electo en tribunales, Felipe Calderón, revivió el slogan publicitario —diseñado por un español aprendiz de Goebbels— de su campaña para llegar la presidencia: “López Obrador es un peligro para México”. En aquel entonces, el Instituto Federal Electoral, después de varios reclamos, hizo retirar del aire tal anuncio de campaña por no apegarse a las normas que rigen los procesos electorales; esto es: por considerarlo —repito, tras de varias impugnaciones— ilegal.
Es de suponer que quienes diseñaron tal campaña difamatoria así como quienes la encargaron —la dirigencia del partido que postulaba a Calderón, el PAN— sabían que estaban contraviniendo la legislación electoral; sin embargo, decidieron lanzarla apostándole a Cronos: que se difundiera pertinazmente —con la ayuda de las televisoras comerciales Televisa y Televisión Azteca, cómplices no gratuitos de tal campaña— en tanto llegaba la prohibición que el IFE —o su consejero presidente, un oscuro ariete de la “maestra” Gordillo y del mismísimo presidente Fox, inmiscuidos en el plan para impedir que AMLO llegara a la presidencia—, la cual se retrasó misteriosamente.
Como en tiempos del macartismo paranoide, se comparaba a López Obrador con personajes que la opinión pública —por efecto de la publicidad nociva y por causa de la ignorancia— tiene por “malos”. Así, se le identificaba al candidato del PRD con personajes e ideologías disímbolos. Con Stalin, Hitler, Hugo Chávez. Hasta que los anuncios fueron retirados.
El hoy presidente, beneficiario de tal campaña, es abogado de profesión; sabía que aquellos anuncios constituían una violación a las leyes electorales —y si lo ignoraba, entonces debió aprenderlo cuando el IFE ordenó suspender los spots—; de manera que hoy, en su calidad de presidente (aunque no lo sea para —por lo menos— la mitad de los mexicanos) debe pasarle por las mientes que el repetir que “López Obrador es un peligro para México” es faltar a las leyes electorales; más aún que no se está viviendo un proceso electoral, lo que lo hace convertirse en publicista anticipado de la nueva campaña que ya se prepara para reincidir en el intento de cerrarle el paso a la izquierda hacia la presidencia en el 2012.
Sabe también que en aquel año —2006— el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Nación, llamó la atención al entonces presidente Vicente Fox por injerencia en el proceso electoral; no obstante, Calderón pasa sobre la ley con sus declaraciones y al adelantar subrepticiamente el camino a los sufragios. ¿Así es como respalda sus llamados constantes a la unidad de los mexicanos?
Se burla a la ley como lo hace su ministro de Comunicaciones Juan Molinar Horcasitas, quien pasa sobre una decisión judicial entregándole concesiones a Televisa; como otros funcionarios de su gobierno las otorgan —en lo oscurito— en rubros que son patrimonio de la Nación —petróleo y electricidad— a particulares y, abiertamente, líneas aéreas.
Nadie sabría explicar con qué calidad moral llama a todos los mexicanos a restaurar “el imperio de la ley” en lo concerniente a la lucha que torpemente ha librado contra el narco —combatiendo a unos y, cuando menos, haciéndose de la vista gorda con otros— si él y sus ministros se burlan de la señora de la balanza y los ojos cubiertos por una venda.
Sin el menor recato llama “fanáticos” a los seguidores de AMLO, lo que se traduce en que el señor Calderón no acepta bajo ninguna circunstancia la disidencia. Modifica, en esencia, la tesis bushiana del: “si no estás conmigo estás contra mí” por otra más contundente: “Si no estás conmigo, estoy contra ti”. Eso ya raya en el fascismo. El fascismo sí es un peligro para México.
¿Quién es, entonces, un peligro para México?
Agregó que 15 millones de mexicanos estuvieron de acuerdo en que López Obrador era un peligro para México y por ello él, Calderón, triunfó en el 2006. En primera instancia, la afirmación de que “triunfó” quedó en entredicho, es por ello que se le considera un presidente espurio; tuvo que ser nombrado en tribunales y con el agravante de que el mismo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación aceptó que había habido injerencia indebida del entonces presidente y de poderes fácticos.
Por otra parte, de esos 15 millones que asegura votaron por él no lo hicieron por temer un gobierno de izquierda, sino porque confiaron en las promesas de campaña del feliz pillo (Felipillo Calderón) de reducir impuestos, crear empleos, combate a la delincuencia, guarderías para las madres trabajadoras y muchos más beneficios, “…para que tú vivas mejor”.
Hoy mucho más de esos 15 millones se dan cuenta que el remedio del combate a la delincuencia salió peor que la enfermedad: más de 30 mil víctimas mortales; que las guarderías no cumplen con las normas por lo que han sucedido incidentes lamentables (muertes de menores, como el de la Guardería ABC, donde los responsables directos gozan de impunidad, uno, por ser pariente político y, otro, por ser ministro, de Calderón; que se liquidan empresas de carácter paraestatal —Compañía de Luz y Fuerza del Centro, Mexicana de Aviación— echando a la calle a los trabajadores.
Saben que se crean nuevos impuestos, se incrementan otros que afectan a la población más necesitada, mientras que se sigue permitiendo la exención a los dueños del gran capital, y aunado a ello, el presidente declara —apenas ayer— que si el Congreso aprueba la disminución del Impuesto al Valor Agregado (al consumo) de 16 al 15%, utilizará su poder de veto. 15 millones, a decir de Calderón, creyeron que acabaría con los viejos caciques políticos emanados del PRI: y ahí lo han visto muy sonriente al lado de Esther Gordillo, de Mario Marín, de Ulises Ruiz; verdaderos delincuentes políticos.
Sus promesas de campaña, a la luz del hoy, fueron mentira. Un gobierno que no respeta la ley y se monta en la mentira es un gobierno fascista.
¿Quién es un peligro para México?
* Escritor.
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