lunes, 30 de agosto de 2010

“No albergo la menor duda que habrá en México grandes cambios”
CARMEN LIRA SAADE
El 18 de julio de 1991 el entonces presidente Carlos Salinas dio la bienvenida –en Guadalajara, Jalisco– al líder Cubano Fidel Castro, quien asistió a la primera Cumbre Iberoamericana Foto Ap

-Dime, dime, ¿qué tanto está diciendo la mafia” de todo lo que escribí?
–No es sólo la “mafia”, ¿eh? Son más los desconcertados con esas Reflexiones, comandante. Ya ni qué decir del disgusto que le propinó al gobierno mexicano.
–No tenía ningún interés de criticar al gobierno… ¿Para qué me iba a meter con el gobierno? ¿Por gusto? Si yo me dedicara a meterme con los gobiernos, a decir las cosas malas o equivocadas que considero que han hecho, Cuba no tendría relaciones.
–Se dice que con sus elogios y reconocimiento abiertos, lo que usted dio a Andrés Manuel López Obrador fue el “beso del diablo”… y se preguntan por qué hasta ahora hace públicos tanto las declaraciones de Carlos Ahumada a la justicia cubana como detalles de su singular relación con Carlos Salinas de Gortari. Sospechan que habría una intención oculta.
–No, no, no. Yo tuve la suerte de encontrarme con el libro de Andrés Manuel. Alguien me lo dio al final de la sesión de la Asamblea. Lo leí rápido y su lectura me inspiró a escribir lo que escribí.
–¿Qué lo inspiró?
–Enterarme de lo que han hecho con la tierra, con las minas; de lo que han hecho con el petróleo… Enterarme del robo, del saqueo que ha sufrido ese gran país; de la barbaridad ésa que han cometido, y que (hoy tiene a México como lo tiene)...
–Hay desconfiados de uno y otro bando que insisten en que detrás de su carambola hay otros propósitos.
–No. Yo no tenía planeado escribir lo que escribí; no estaba en mis planes. Yo tengo agenda libre.
–Pues levantó una gran polvareda, le aviso. Lo acusan de haber desatado todo un escándalo político y le llueven las críticas porque dicen que ya sea para bien o para mal, usted, comandante, se ha metido en el proceso electoral mexicano…
–¡Ah! ¿Sí? –pregunta muy animado–. ¿Así que hay críticas contra mí? ¡Qué bueno, qué bueno! ¡Mándamelas! ¿Y de quién son las críticas?
–De muchos, menos de uno. El único –de los involucrados– que no ha dicho una sola palabra es Carlos Salinas…
–Porque es el más inteligente, siempre lo fue, además de más hábil –dice exhibiendo una sonrisa maliciosa… Por su expresión, pareciera que ya está esperando la respuesta de Salinas. A lo mejor, hasta en un libro.
Luego, pasa a repetir algunos pasajes de sus Reflexiones: que si Salinas había sido solidario con Cuba, que si cuando (1994) actuó de mediador (designado por Clinton) entre Estados Unidos y la isla “se portó bien y fungió realmente como mediador y no como aliado de Estados Unidos…”
Cuenta que cuando Salinas obtuvo del gobierno cubano la aceptación para refugiarse en ese país y hasta adquirir “legalmente” una casa se veían “con determinada frecuencia” e intercambiaban puntos de vista, etcétera.
–Llegué a pensar que él nunca trató de engañarme –dice socarronamente.
–¿De veras? –pregunto. ¿Acaso Salinas comentó o consultó con él la decisión de su gobierno de abrirse a la relación con organizaciones terroristas declaradas, como era el caso de la Fundación Nacional Cubano Americana creada con el exclusivo propósito de derrocar al régimen castrista y asesinar a su presidente, Fidel Castro?
Por primera vez en la historia de las relaciones entre los dos países, un gobierno de México abría las puertas de la casa presidencial a Jorge Mas Canosa, a la sazón presidente de esa organización paramilitar, vieja enemiga de la Revolución cubana.

Andrés Manuel López Obrador, en asamblea el 25 de julio pasado en el Zócalo de la ciudad de México Foto María Meléndrez Parada

“Lo que usted trajo a esta casa fue a un asesino”, le dije a Carlos Salinas en aquella ocasión, durante una entrevista con La Jornada. Salinas asintió con la cabeza, concediéndome razón. Pero de inmediato se justificó diciendo que lo que buscaba su gobierno era participar, con la “pluralidad” cubana, en el “diálogo” que se estaba realizando para acercar a las partes.
“Quiero decirle que México es sumamente respetuoso de los procesos internos que decidan los cubanos”, aseguró entonces.
“Pero lo que suceda a Cuba no va a ser ajeno a los mexicanos; los mexicanos no podemos estar ausentes de las transformaciones que se den en ese país porque repercutirán en México, en toda Latinoamérica. Tenemos que mantener esta comunicación con todo el abanico de opiniones...” (La Jornada, agosto de 1992).
–¿Opiniones? ¿México necesitaba la “opinión” de un criminal para enriquecer su diálogo con los países vecinos? –inquiero ahora.
Fidel ha bajado la cabeza y pregunta como para sí mismo:
–¿Por qué nos hizo eso? “Él se había portado como amigo de Cuba. Con él se arreglaban los asuntos políticos o económicos pendientes, en fin... Daba la impresión de que no tenía problemas con nosotros.
“¿Por qué demonios tenía que recibir al bandido ése?”, se pregunta un tanto desconcertado.
Pero no quiere manifestarse más. Hace rato que había dado vuelta a la página o la había reservado para el momento en que –tras el balance obligado– decidiera hacer del conocimiento público la terminación de su relación con el ex presidente mexicano, como ocurrió con su Reflexión “El gigante de las siete leguas”.
–Cuba nunca quiso entregar la documentación filmada que probaba el complot contra López Obrador, como se lo demandó en su momento el PRD.
–En eso no los podíamos complacer –explica–. Enviamos toda la documentación a la autoridad que solicitó la extradición (la cancillería mexicana). Otra actitud no habría sido seria –subraya.
Luego, Fidel enfermó gravemente y ese asunto, como muchos otros, habría tenido que esperar.
–¿Por qué la mención a López Obrador en estos momentos casi preelectorales?
–Porque yo tenía una deuda con él. Yo quería decirle que (aunque no accedió a entregarle la documentación que solicitó) no estábamos en ningún complot en su contra, ni (estuvimos) ni estamos coaligados con nadie para hacerle daño. Que como dije en mi escrito, me honro en compartir sus puntos de vista.
–Ahí es precisamente donde dicen que le dio “el beso del diablo”, comandante.
–Así que ni hablar de invitarlo a visitar Cuba, ¿verdad? –dice sonriendo pícaramente–. Estaría arriesgando mucho, ¿no es así? Le caería encima toda la pandilla ésa, para desacreditarlo y quitarle votos.
–Como hace 50 años, en los primeros tiempos de la Revolución, en que viajar a Cuba era toda una osadía. Una foto en llegadas o salidas del aeropuerto de México hacia La Habana podía costar persecución, golpes, cárcel...
Fidel mantiene su risita ésa, y aconseja:
“No se preocupen tanto ustedes los mexicanos por estas cosas. Todo eso va a cambiar. No albergo la menor duda de que más pronto de lo que imaginan habrá en México grandes cambios.”

No hay comentarios: